Hoy os presento algunos de los fragmentos que más me han gustado de la historia, variados y significativos.
—¿Volverás? —Su voz era casi un gemido.
Él suspiró profundamente.
Julia no quería que la follaran como a un animal. Quería ser
amada. Habría renegado del sexo para siempre si pensara que con ello lograría
el tipo de amor del que se nutrían los poemas y los mitos. Ése era el tipo de
sentimiento que deseaba desesperadamente, aunque en el fondo no se creía
merecedora de él. Quería ser la musa de alguien. Quería ser venerada y adorada
en cuerpo y alma. Quería ser la Beatriz de un Dante apuesto y noble y habitar con
él para siempre el Paraíso. Quería vivir una vida que rivalizara con la belleza
de las ilustraciones de Botticelli.
—La ira es uno de los siete pecados capitales —comentó,
volviendo la cabeza para mirar por la ventanilla, tratando de calmar el ardor
que sentía en el vientre.
El se echó a reír con amargura.
—Curiosamente, poseo los siente. No te molestes en
contarlos: orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuría.
Ella alzó una ceja, pero no se volvió a mirarlo.
—Lo dudo.
—No espero que lo entiendas. Tú sólo eres un imán para los
percances, señorita Mitchell, pero yo soy un imán para el pecado.
Esta vez sí se volvió hacia él, que le dedicó una mirada
resignada; ella respondió con otra compasiva.
—El pecado no se siente atraído por un ser humano en
concreto, profesor. Es más bien al revés.
Julia se había pasado casi toda la vida esperando que le
pasara algo bueno, guardándose sueños y esperanzas muy dentro del alma. Pero
pronto llegaría el día en que tendría que encargarse personalmente de que esas
cosas buenas sucedieran.
—No siento que me estés corrompiendo.
Gabriel la miró con tristeza.
—Sólo porque no sabes lo que eso implica. No sabes
reconocerlo. Cuando lo hagas ya será demasiado tarde. Adán y Eva no se dieron
cuenta de lo que habían hecho hasta que estuvieron fuera del paraíso.
—Si hay alguien que se merezca un final feliz, ésa eres tú.
A pesar de todo lo que te ha pasado en la vida, no te has convertido en una
persona amargada. Ni fría. Sólo te has vuelto un poco reservada y tímida, pero
no hay nada de malo en ello. Si yo fuera una hada madrina, te concedería tu
deseo inmediatamente. Te secaría las lágrimas y te diría que no lloraras. Ojalá
Gabriel siga tu ejemplo. Podría aprender una o dos cosas de ti sobre cómo enfrentarse
al dolor y la frustración.
Ella nunca se preguntaba por qué le pasaban cosas malas a la gente
buena, porque ya sabía la respuesta: a todo el mundo le pasan cosas malas. No
consideraba que eso sirviera de excusa para hacerle daño a otro, pero si había
experiencia que todos los seres humanos compartían era la del sufrimiento.
Nadie se iba de este mundo sin haber derramado alguna lágrima, sin haber
sentido dolor o haberse sumido en un pozo de tristeza. ¿Por qué debería ser
distinta su vida? ¿Por qué debería esperar un trato de favor?
¿Qué os han parecido? ¿Os han sorprendido?