Conocí
a Ángeles Ibirika en Antes y después de odiarte (junio de 20111) y me
enamoré de su forma de escribir. Para mí fue todo un descubrimiento, me
encantaron tanto su estilo como su historia.
Ángeles no ha publicado sólo esta historia, previamente, en abril de
2010, publicó Entre sueños, una historia que tengo pendiente y que caerá
en Navidad —está mi lista para los Reyes Magos—.
Ángeles
tiene un nuevo proyecto entre mano: Donde siempre es otoño, y qué
queréis que os diga, tiene una pinta deliciosa. El protagonista de esta
historia será Ian O`Connell, un afamado escritor de novela romántica y que en
palabras de Ángeles es un hombre “seductor,
cínico, infiel y canalla.”. Vamos a tener que sufrir, lo tengo claro, porque siendo
Ian uno de esos “canallas seductores sin corazón” el camino hacia el amor no va
a ser nada fácil.
En una entrevista para la página web Libros de romántica, Ángeles resumió la historia así:
En una entrevista para la página web Libros de romántica, Ángeles resumió la historia así:
Ian O´Connell es un afamado
escritor de apasionadas novelas románticas que no cree que el amor, en la vida
real, sea algo tan arrollador como lo que él describe en sus historias. Está
comprometido con una hermosa heredera neoyorquina, a la que quiere como él
piensa que quieren todos los mortales. Pero conocerá a Elizabeth, y todo eso
que en lo que él asentaba su cómoda y privilegiada vida se le va a tambalear.
El mayor problema —aunque no el único— con el que se va a encontrar, es
que esa mujer por la que va a perder la razón, y muchas otras cosas, es alguien
que no está ni estará nunca a su alcance.
—Soy consciente de que siendo
escritor de novela romántica debería saberlo, pero confieso que no imagino lo
que se debe sentir al encontrar ese amor para siempre.
—Pocas cosas son para siempre —respondió ella.
—En tu caso deberían serlas —dijo sin poder contenerse—. Cuando una mujer como tú lo deja todo por alguien, ese alguien debería serle fiel eternamente.
—Eso es demasiado tiempo —bromeó a la vez que bajaba los ojos y cogía su copa de vino poniendo especial cuidado en que no se le notara el temblor en los dedos.
Pero ya era tarde para disimulos. Para entonces Ian ya había comprendido el origen de su conversación atropellada y de sus silencios, de sus disimuladas miradas y de sus ojos huidizos, de sus sonrojos. Solía ser más rápido en diferenciar la admiración que causaba el escritor del deseo puramente carnal que provocaba el hombre. Pero las circunstancias en las que la había conocido fueron tan desconcertantes como lo era ella misma, y eso había bloqueado su parte seductora y canalla que ahora despertaba. Esa parte que disfrutaba ante el desafío de conseguir a cualquier mujer que le apeteciera. Esa que gozaba de cada segundo de refinado cortejo con el que iba deshaciendo las defensas femeninas aun cuando la presa escogida se le resistiera hasta el último momento. Porque si la culminación de llevarse a la cama a la mujer codiciada era grandiosa, saborear ese placer de la anticipación mientras iba ganándosela con sutileza era algo que le excitaba todos los instintos.
—Pocas cosas son para siempre —respondió ella.
—En tu caso deberían serlas —dijo sin poder contenerse—. Cuando una mujer como tú lo deja todo por alguien, ese alguien debería serle fiel eternamente.
—Eso es demasiado tiempo —bromeó a la vez que bajaba los ojos y cogía su copa de vino poniendo especial cuidado en que no se le notara el temblor en los dedos.
Pero ya era tarde para disimulos. Para entonces Ian ya había comprendido el origen de su conversación atropellada y de sus silencios, de sus disimuladas miradas y de sus ojos huidizos, de sus sonrojos. Solía ser más rápido en diferenciar la admiración que causaba el escritor del deseo puramente carnal que provocaba el hombre. Pero las circunstancias en las que la había conocido fueron tan desconcertantes como lo era ella misma, y eso había bloqueado su parte seductora y canalla que ahora despertaba. Esa parte que disfrutaba ante el desafío de conseguir a cualquier mujer que le apeteciera. Esa que gozaba de cada segundo de refinado cortejo con el que iba deshaciendo las defensas femeninas aun cuando la presa escogida se le resistiera hasta el último momento. Porque si la culminación de llevarse a la cama a la mujer codiciada era grandiosa, saborear ese placer de la anticipación mientras iba ganándosela con sutileza era algo que le excitaba todos los instintos.
Espero que pronto podamos disfrutar de Donde siempre es otoño.
.../...
Y, mientras lo hacía, mientras el hormigueo le agarrotaba el hombro sobre el
que ella descansaba, sintió que esa era la noche más extraña y perfecta que
había pasado nunca, compartiendo lecho con una mujer, deseándola hasta el
tormento pero sin tocarla de todas las maneras en las que necesitaba hacerlo,
sin pedirle que ella le tocara a él de la forma en la que ya una vez lo hizo.
Se dijo que quería pasar muchas noches así, contemplándola dormir, viéndola
despertar…, amándola. Porque si eso que estaba sintiendo por ella mientras la
abrigaba contra su piel no era amor como el que describía en sus novelas, se le
parecía tanto que le asustaba. Le asustaba porque al fin entendía que su
obsesión no desaparecería cuando lo hiciera el misterio que la rodeaba...
... porque al fin comprendía que se había enamorado de ella con ese tipo de
amor para el que no existe cura ni redención.
La portada de Donde siempre es otoño es obra de Lorena Luna
¡¡Qué ganas de leer el libro, por Dios!! :3
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